martes, 6 de octubre de 2009

La luz de mis ojos...


Hace más de 12 años que la tengo junto a mí, llego el día que no debía, con retraso comenzó en mí vivir. Una noche como cualquiera, llega papá a decirme que mi hermanita había nacido, que la espera llegaba a su fin, pero de pronto la garganta se le cerró y no pudo seguir. Quise saber por qué? Lo miré a los ojos y una lágrima comenzó a rodar por su mejilla, trato de levantar la vista para encontrarse con mis ojos almendrados llenos de ilusión y esbozó una sonrisa para calmar mi temor. Mucho tiempo después supe porque de esa situación, mi hermana no era como todos, era una persona especial que llegaba a cambiar mi vida. Recuerdo que cuando pequeña no entendía muchas cosas, el porque del fin de esos domingos familiares, de esas tardes de arrumacos en la cama principal, de esa lejanía que se sentía. Poco a poco cuando iba creciendo comenzaba a ver la diferencia de ella con la mía. Sus ojos no eran los mismos, sus gestos eran diferentes, las palabras no salían de su boquita así como yo las quería. Sus ojitos negros estuvieron alejándome a mi mamá, aquella que es todo en mi vida y pensé que me quería arrebatar. Si seré estúpida, ella la necesita más que yo, pero ahora con 22 años me vengo a dar cuenta y focalice mi error. Me siento mal, de muchas veces maldecir su llegada, me estaba quitando a mamá y papá ya no era solo para mí y de que todo lo que tenía se fue en un abrir y cerrar de ojos. Un día le pregunte a Dios el por qué a mi?! Por qué me enviaba a mi una hermana así?! Acaso tan mal me había portado que me enviaba ese castigo?! El ser humano es un ente tan egoísta, que piensa que todo es por uno, pero no cree que por ello, quizás y es viceversa, que esa persona necesita de ti. Ahora que lo medito, pienso que seria de mí sin ella?! Después de maldecir una y mil veces su llegada, ahora maldigo desde ya el día que me la arrebaten. Creo que nunca podré estar preparada para ello, jamás lo estaré. Tanto mi corazón como mi mente se rehúsan a tan solo pensar en que un día será así. Trajo a mi vida, pena, alegría, llantos, satisfacción, malestar y un sinfín de cosas. Pero lejos lo que trajo es luz a mis ojos, a esa mirada banal que tenía. Lloro de tan solo pensar que fui el ser más egoísta al querer devolverle y que mi vida nunca se hubiera tropezado con ella, que nunca hubiese llegado o que simplemente fuese un espejismo. Ella ya no es tan solo mi hermana, sino que es mi hija, por ella tuve que crecer y dejar de ser una nena de mamá y papá, crecí de golpe, aprendí a ser mujer más temprano que tarde, tome su mano para verle dar sus primeros pasos, vi de su boca salir ese primer vocablo, pude sentir esa primera risa que nos regalo, pude llorar al ver su dolor. Cambie pañales, di mamilas a la tierna edad de 10 años, cuando otras chicas de mi edad hacen eso con una muñeca, yo lo hacia con mi hermana. Cuando tuvo que partir a reparar su corazón, sentirme sola en mi cama, aferrada a un osito que yo le regale al momento de nacer y una cajita de música era la forma de evocar sus presencias junto a mí y lo único que me hacía conciliar el sueño. Todo mi mundo cambio, ahí fue mi remesón, despertar y no ver a tu madre haciéndote el desayuno, irte al colegio y al volver no escuchar la frase, cómo te fue hija?! Tienes tarea?! Qué quieres comer?! Te ayudo con algo?! Duele, duele el no sentirlo. Pero ella era pequeña y la necesitaba más que yo. Esos meses sin ella con tan solo 11 años, llore todo lo que en mi niñez no llore. Al ver a mis amiguitas y compañeros correr cuando sus mamás les esperaban en la puerta del colegio, abrazarse y preguntar que tal el día?! El ver su silueta entrar a la sala cuando era la reunión mensual, y yo tener que partir sola a casa, esperar a mi hermano menor e irnos tomados de la mano solos por el camino o que la mamá de un amigo o compañerito de nuestro curso, al vernos solos nos llevara junto a ella y dejarnos en casa. El no recibir ese beso de buenas noches, el no recibir el regaño de alguna maldad de niño, el no recibir tantas cosas que solo las mamás dan y por mucho que estés con papá no llega a ser igual. Pensar que fueron cerca de 5 meses que careciste de eso y estuviste a punto de pasar tu cumpleaños sin ellas y que todo lo que pedias a diario en vez de regalos y obsequios era que abrieras la puerta y encontrarles ahí. Creo que muchas veces fui la persona más idiota de todo el mundo por no ver que ella es y será la luz de mis ojos, la única capaz de con un abrazo o un te amo, pueda dejar de ser fuerte para los demás y llorar. Dejar mi corazón al descubierto y que hiciera lo que quisiera con el. Ella ahora tiene 12 años, y yo 22, hemos crecido ambas, ya nos tomamos de la mano para caminar juntas, reímos con las mismas cosas, lloramos con otras también, sonrío al verle su manito entrelazar mis dedos y mirarme tiernamente como diciendo no me perderás, pero no es así. Ruego a Dios se apiade de mí y cuando se la lleve porque su misión ya fue cumplida aquí, me lleve también a mí, porque nada tendría sentido y sin la luz de mis ojos no valdría la pena seguir.




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